Del otro lado de la acera

«Hace frío sin ti,
pero se vive».

Roque Dalton

Callas, y el mundo se desmorona delante de mis ojos,

se remueve el suelo en enormes grietas que no sé a dónde van,

circundando el pequeño espacio donde de pie palidezco

cobardemente por este pequeño egocéntrico deseo de escuchar

que alguna vez lo sientes;

alguna señal que a diario despierta tu corazón

dentro de tu pecho y respira al mundo,

ofrece bondad o dice mi nombre sin la tosca finitud

con la que me gritas los evidentes defectos

que cargo en mi apretada mochila.

Callas, pero dentro de tus ojos hay un acallado grito

que golpea el iris y no logra tumbarlo para ser libre,

¿es odio o es amor lo que allí habita?,

¿o es el miedo de las palabras que no te atreves a pronunciar?

Lo cierto es que no nací con el don de adivinar,

pero sí nací con el horrible defecto del deseo entre los brazos,

el deseo que curan las palabras,

el dolor que se alivia con la premura

de la expresión del dolor compartido

por los amantes que se desvanecen en los andenes

donde esperan al otro.  

Una respuesta a “Del otro lado de la acera

Add yours

Deja un comentario

Un sitio web WordPress.com.

Subir ↑